“El hábito de ser mejor”; ¿Hoy somos mejores con las mujeres?

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Una colaboración de: JAVIER M. CHÁVEZ.

A mis hijas y sobrinas…

Hoy que está presente en los medios el tan comentado suceso de la reciente final del Mundial Femenil de Futbol Soccer es importante hacer una reflexión sobre nuestra sociedad y lo poco que hemos avanzado para dar el espacio que les corresponde a las Mujeres. Desde el enfoque que quiero tomar, no es necesario apelar al Feminismo ni a los Derechos de la Mujer. Sólo basta con voltear a ver el comportamiento cotidiano de la comunidad y la forma de pensar con la que crecimos algunas generaciones que espero estemos evolucionando y no repetir los mismos errores que nuestros ancestros. Esto, aclarando que no todos los hombres son iguales, pero desafortunadamente son más los que se mantienen en la posición de intolerancia ante los derechos de la Mujer, que los que ya han evolucionado a la Igualdad que históricamente les hemos negado.

He de empezar con reconocer que a los único que no podemos engañar es a nosotros mismos. Los que nacimos a mediados de los sesenta y al menos hasta finales de los setenta, crecimos innegablemente en un entorno social  donde era prácticamente una norma que nuestras madres, abuelas y hermanas, cumplieran su papel familiar en una sociedad donde el pensamiento colectivo –por comportamientos heredados y aprendidos–,  que el hombre era superior a la Mujer.

En esta reflexión no quiero caer en  lo que desgraciadamente ya es común escuchar en el día con día como lo es la violencia contra las mujeres en el núcleo familiar, los feminicidios, las pocas oportunidades y la  falta de respecto verbal y física hacia aquellas mujeres que deciden ser, vestir y comportarse como les dé su real y regalada gana. Como si fuera algo nuevo.

Lo que sí quiero hacer notar es cómo desde lo más simple y cotidiano de la clase media a la que pertenezco,  muchos de mis contemporáneos y yo, hemos tenido que vivir, analizar y cambiar para aspirar a ser parte de una sociedad –que ojalá alcancemos a ver– más igualitaria, incluyente y responsable.

Y es que hasta donde yo sé, a nadie le preguntaron si quería nacer blanco, café, amarillo o negro y mucho menos si habían consultado si quería nacer mujer o si estaba de acuerdo en nunca aspirar al primer lugar. Afortunadamente para mí, en los últimos años he tenido la gran fortuna de poderme comunicar asertivamente con mis hijas y sobrinas, quienes, con gran capacidad de análisis y disertación, tuvieron la paciencia para aguantarme y explicarme lo que realmente aprendimos y asumimos mal respecto al rol trascendental de la Mujer, más allá de habernos dado la Vida.

Acepto que, como la miopía de taller, es difícil ver lo que siempre había dado por hecho de forma errónea. A regañadientes, fracasos y vergüenzas he tenido que reinventarme para ser más receptivo y cuidadoso en dar su legítimo espacio a la Mujer como un ser libre e independiente con sus propios sueños, ambiciones, opiniones, decisiones, plan de vida, y éxito profesional y económico, por solo mencionar algunos de los legítimos espacios que le han sido negados por los siglos de los siglos en las diferentes culturas de nuestro Mundo. 

Cómo me hubiera gustado que mis hijas y sobrinas hubieran estado en edad para platicar conmigo cuando mi Mamá vivía. Tengo tantas cosas qué preguntarle; cómo fue que renunció a su vida laboral y a su independencia económica al casarse, por qué soportó ciertos tratos y actitudes, cómo fue su vida, que sintió cuando su apellido materno se sustituyó por el sinsentido “Sra. de”. En fin, preguntas que ya no  podré hacerle pero que, sin duda, puedo contestarme yo mismo. Es necesario no repetir la historia de nuestros padres y abuelos y buscar a como dé lugar influir en todos aquellos que todavía piensan que la Mujer es un ser subordinado y sumiso que deberá acatar todas las aberraciones sociales que se nos ocurran. Pudiera pensarse que el machismo es un tema que se acentúa conforme el nivel económico, social y cultural es más bajo, pero tristemente sigue arraigado en todos los ámbitos de la sociedad. Es común escuchar comentarios despectivos hacia enfermeras, meseras, profesionistas y otras actividades en las que la Mujer participa. En el ámbito laboral, cada día es más común ver mujeres con gran capacidad, que con su esfuerzo y dedicación han ganado espacios directivos en las grandes corporaciones y organizaciones gubernamentales. De ninguna manera quiero decir que Aquellas que, por propia voluntad, han decidido convertirse en Amas de casa y que hacen milagros para “estirar el gasto”,  tengan menos méritos y merecimientos para un trato de respeto e igualdad, pero aquí la clave es que sea “por voluntad propia” y no porque la hemos destinado a ello sin darle oportunidad de decidir su destino.

Por lo pronto y después de que, como muchos de mi generación, hemos tenido actitudes erróneas, heredadas o aprendidas, cada día espero asumir con mayor naturalidad y convencimiento el papel Igualitario del ser humano y contribuir a que la Mujer pueda cometer sus aciertos, desaciertos y consecuencias acompañadas por quienes ellas mismas decidan, respetando a todos como ellas mismas anhelan ser respetadas legítimamente.

Una reflexión final. La familia es el núcleo de la sociedad y el resquebrajamiento de ella ha tenido como consecuencia la descomposición social de las comunidades. Asumir responsablemente el rol que cada uno tiene en este núcleo, debe necesariamente resultar en que regresemos a la base, pero esta vez con la Mujer asumiendo el papel que por siglos se le ha negado.

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